Cuando revisé mi correo, y por asomo y casi esquivando las noticias, vi los sucesos de última hora. Una vez más, me sorprendí, mis ojos leyeron los encabezados de noticias lamentables y, otra vez, en los titulares aparecía la palabra «cristianos».
Todos sabemos que este verano ha sido el tiempo escogido por el enemigo y sus siervos terrenales para perseguir al pueblo de Dios. Y no hablo de Israel y del conflicto en Gaza, no hablo de la iglesia católica ni del Vaticano. Hablo de cristianos como tú y yo, gente de andar a pie, gente normal, como los miles de cristianos que huyen estos días en Irak de la mano violenta y sanguinaria de los verdugos islámicos.
Como este peón delante de los alfiles estamos ellos, tú y yo. Juzgados, señalados, acusados y apartados por creer en Dios, por confiar en su Hijo y esperar pacientemente la redención de nuestras almas. Mientras oro al Señor para escribir este post y pedir su dirección, me pregunto y le digo: “Señor, ¿en qué momento se volvió un delito y se convirtió en pecado buscarte, seguirte, creer y hablar de ti?” Y el Señor puso en mi mente esta palabra que comparto hoy.
Jesús nos dijo lo que pasaría, Jesús nos advirtió que nos rechazarían y nos entregarían para torturarnos por creer en su nombre. Y lo vemos, lo estamos viendo hoy. Si no lo sabías enciende la televisión, escucha la radio, busca en internet… eso es lo que viene ocurriendo desde hace un mes, la semana pasada, ayer y hoy.
Quizás tú y yo no tengamos que correr con lo puesto y abandonar nuestras viviendas pero vivimos otra forma de persecución y rechazo; somos apartados, señalados y juzgados. Lo vivimos a diario en nuestro entorno, en el trabajo, en la familia, con los amigos. Pero es en ese instante cuando debemos recordar que nuestro Salvador fue el primer perseguido, acusado y señalado. Jesús fue el primer torturado por creer en Dios, vejado y maltratado hasta la muerte. Entonces debemos hacer tres cosas: Orar, Confiar y Vencer.
*Orar por los que, como nosotros, sufren. Por los cristianos del mundo, los perseguidos, torturados, maltratados, agredidos y sometidos física y psicológicamente.
*Confiar porque él nos dijo lo que ocurriría y esto nos recuerda que su regreso está cerca y seremos redimidos y consolados eternamente. Ya no habrá más muerte ni lágrimas.
*Vencer porque él nos dio victoria en la cruz y aunque se levanten gigantes a nuestro alrededor, aunque nos señalen y critiquen, nuestra fuerza debe ser el sacrificio que por amor llevó a Jesucristo a la cruz para morir, darnos vida eterna y restauración.
Oremos por ellos y por nosotros, para que el ejército de Dios acampe a nuestro alrededor y nos defienda del enemigo.
Trabajando y sirviendo al mejor de los jefes,
Laura Sánchez.