El esfuerzo y trabajo físico de una bailarina requiere compromiso, disciplina, concentración y constancia. Admiro este arte y estilo de la danza porque en ella se instruyen desde niñas las bailarinas. Es un deporte, si se puede llamar así, que requiere un aprendizaje de años para lograr un nivel de perfección y sincronía en las piezas de baile clásico.
Utilizo esta imagen el día de hoy para compartir la palabra de Dios y animarnos a ser fuertes y alentarnos, porque nuestras circunstancias, sean las que sean, son tan difíciles de soportar como las lesiones que una bailarina sufre en sus pies y dedos cuando danza.
Ella, aún a pesar del dolor debe seguir en pie y firme danzando. Debe seguir sonriendo y levantando sus manos armoniosamente para hacer sintonía con el resto de su cuerpo y exponer la obra con elegancia. Mientras escribo y leo, admiro más a las bailarinas por su valentía, coraje, esfuerzo y talento, porque no es fácil continuar cuando duele o algo hace daño.
¿Cuántos nos detendríamos en mitad del baile, cansados, agotados, adoloridos, desesperados, desanimados y heridos? Seguramente y con certeza, pocos continuarían danzando y sonriendo. Yo la primera. Cuando un zapato me hace daño en los dedos o en los talones y siento que no puedo caminar, me quejo del dolor y detengo mi marcha para cambiar de calzado o descansar porque el dolor se hace irresistible e inaguantable. ¿Te suena de algo?
Parece una actitud masoquista, seguir danzando mientras duele y hay heridas, ampollas, sangre, heridas, fisuras, huesos lastimados. pero no es así. Caminar, danzar y sonreír mientras hay dolor, es una actitud de madurez y sabiduría. Es una actitud de grandeza y humildad. Es una actitud de valentía y fortaleza. Es una actitud de completa dependencia del Señor, porque él es quién multiplica nuestras fuerzas cuando ya no podemos más. No olvidemos que Jesús padeció un dolor insufrible por amor y no se dio por vencido en ningún momento, el danzó hasta el final.
El ballet es una técnica que se debe practicar desde la niñez porque se debe conseguir el control absoluto de cada parte del cuerpo ya que cada paso está codificado. En la danza participan todos los miembros del cuerpo indiferentemente, brazos, manos, pies, rodillas, cabeza, tronco y se debe conseguir una sincronía entre mente y cuerpo para expresar con cadencia cada movimiento.
Tú y yo muchas veces nos damos por vencidos cuando apenas duele. Ellas, las bailarinas, siguen de pie danzando. Tú y yo nos quejamos e intentamos cambiar de calzado. Ellas forran sus pies con vendas para continuar la danza y no perder habilidad y concentración.
Tú y yo tal vez tomamos un tiempo de descanso hasta sentirnos mejor. Ellas siguen persistentemente en pie sonriendo a pesar del dolor.
¿Es imposible? No! ¿Es muy difícil? Sí!
Pero él dijo que multiplicaría nuestras fuerzas y nos restauraría para continuar, así que sea lo que sea que enfrentes hoy, ponte la venda, el dolor ya pasó o pasará y empina tu empeine,vuelve a erguir tus pies, porque aún con cicatrices, él te dará la suficiente fuerza para que sigas danzando y con cadencia empieces a bailar la danza más bella de tu vida. ¡Sólo confía!
Cuando Dios pone esta palabra en mi mente y corazón para compartirla, te habla a ti y me habla a mí. Él sabe que estamos sufriendo, que hay dolor y que nos hace daño. Él sabe que sentimos desfallecer y queremos darnos por vencidos. Pero como es una actitud, decididos empinemos nuestros pies y empecemos a danzar sin olvidar sonreír. Controlemos cada parte de nuestro cuerpo, mente y corazón para bailar armoniosamente el gran baile de nuestra vida.
Trabajando y sirviendo al mejor de los jefes,
Laura Sánchez.