Hace más de 2.000 años una mujer sufría dolores de parto y daba a luz a un niño en un establo. Allí, en medio de vacas, burros, ovejas y heno, nació nuestro Rey, nuestro Salvador. Parece un guión de película pero es la película más hermosa jamás contada. Dios quiso que así fuese, que su hijo naciera para perdón y salvación de los hombres de la forma más sencilla y humilde. Dios quiso que ese bebé viniese a la tierra para darle vida a la humanidad. No a unos cuantos, sino a todos, incluidos tú y yo.
Quizás Jesús no nació en este fecha exactamente, muchos estudiosos dicen que nació realmente en el mes de marzo, pero es la fecha en la que celebramos mundialmente el nacimiento de nuestro rey, un rey humilde y cercano, un rey noble y sencillo. Dios envío a su único hijo para enseñar al hombre de qué forma vivir. Él siendo el hijo de Dios no necesitó privilegios ni asistencia médica, ni trajes de lujo para ser vestido. Él nos enseñó desde su nacimiento el significado de la humildad y aún naciendo en un pesebre sin apenas espacio, es un príncipe y reinará por siempre, porque lo que hace parte del plan de Dios se cumple sin importar las condiciones y circunstancias.
El cristianismo celebra hoy su segunda fecha más importante, el nacimiento de Jesucristo, que es junto a la celebración de su muerte y resurrección la fecha más destacada de nuestra fe. Hoy celebramos que nació nuestro salvador y redentor, la esencia de Dios hecha hombre para acercarnos al Padre y hacernos merecedores de su reino.
No podemos quedarnos quietos ni guardar silencio. Nos alegramos y gozamos porque nuestro Dios nos dio el mejor de los regalos en su hijo amado. ¡Vida nueva, Vida Eterna!
Recordemos su palabra:
«Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”
Isaías 9:6
¡Feliz Navidad!
Trabajando y sirviendo al mejor de los jefes,
Laura Sánchez.