Aunque se crea que para ganar una batalla es necesario tener armas de gran alcance, un plan de ataque estratégico y un ejército, la realidad de un cristiano es otra. Tú y yo tenemos una guerra declarada desde el día que dijimos, sí a Cristo y le entregamos nuestro corazón. Somos el objetivo del enemigo y se esforzará todos los días de nuestra vida en desanimarnos y atacarnos.
¿Te acaban de diagnosticar una enfermedad? ¿Te han dicho que eres estéril?¿Enfrentas alguna crisis financiera?¿No consigues empleo?¿Tienes problemas conyugales?¿Se ha enfriado tu relación con el Señor? Si respondes sí a alguna de estas preguntas debes bajarte de la silla de la comodidad e intensificar tu clamor a Dios sea cual sea tu situación, teniendo claro que, Dios no responderá primero porque ores más, no se trata de cantidad y rapidez en la contestación a nuestra oración, se trata de confianza y fe en él. Dios no concederá lo que pidamos porque él sea bueno o maravilloso, qué lo es, él nos dará lo que necesitamos en el tiempo que debamos recibirlo porque desde antes que abramos nuestra boca él conoce nuestras necesidades.
Cuando oramos se activa nuestra relación con Dios y se transforma en la llave que abre los cielos y permite que las bendiciones del Señor sean sobre nosotros para que cada problema sea solucionado por su amor y gracia. En la batalla que libra un cristiano la postura más adecuada no es al frente del pelotón con armas, la postura idónea es permanecer de rodillas y en actitud de oración, clamando al cielo e intercediendo por los demás, como lo hizo Jesús el día que fue entregado, cuando se postró de rodillas y oró por ti y por mí para que Dios Padre tuviera misericordia de nosotros y perdonara nuestros pecados. ¡Él venció!
El llamado de hoy es a orar sin cesar, pero a trascender en ello, imitando a Cristo. ¿Ante una necesidad, ante el peligro, ante la duda? ¡Ora! Clama al Señor y él inclinará su oído, te escuchará y responderá a tu necesidad, no cuando tu quieras, sino en el tiempo adecuado. Y la forma es eso, sólo una forma. Dios nos escuchará igual si oramos de pie, sentados, en grupo, en la cama o de rodillas, pero hacerlo de esta manera es una muestra de obediencia al ejemplo de Jesucristo. Orar de rodillas no es más especial, orar de rodillas es reconocer con humildad nuestra dependencia y confianza en Dios. ¿Por qué no ponernos de rodillas ante nuestro Dios para reverenciarlo y orar si hay muchas personas, como los musulmanes, que se postran de rodillas hasta tres veces al día donde estén, para orar a su dios? El motivo más importante, es hacerlo, porque él lo hizo. Se arrodilló cuando iba a ser prendido en el monte de los olivos y oró por ti y por mí diciendo:
No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.
Juan 17:15
¿No es esto suficiente para seguir el ejemplo y ganar las más grandes batallas?
¡De rodillas y en oración es como podemos vencer!
Trabajando y sirviendo al mejor de los jefes,
Laura Sánchez.